Ese borracho que lleva tantos años en aquella plaza, la mujer que acude a la parroquia a buscar un abrigo calentito para su hijo, el mendigo que te pide dinero en la puerta de la Iglesia, la familia que necesita ayuda para alimentar a sus hijos… La pobreza en Navarra tiene rostro y tiene nombre. ¿Cuántas veces se para uno a pensar en ello? ¿Cuántas veces les habrán visto y habrán pasado de largo? ¿Cuántas veces les habrán girado la cara? Por suerte, hay entidades que se han creado pensando en ello. Que les han visto y han decidido pararse y tenderles la mano. Y que han dejado a un lado la comodidad para mirarles directamente a los ojos y preguntarles qué necesitan.
La pobreza no es número, ni tampoco un porcentaje en una estadística, pero si lo fuera… ¿cuál sería en Navarra? 40.000, sí. Según la Encuesta sobre Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística son 40.000 las personas que viven en Navarra por debajo del umbral de pobreza. En los países desarrollados, una persona está por debajo del umbral de pobreza en el caso de que sus ingresos sean menores que la mitad del ingreso medio de ese país, que en España es de 1.500 euros aproximadamente. Estas 40.000 personas viven con menos de 750 euros mensuales, ¿cómo puede alguien alquilar un piso, alimentar a su familia y comprar ropa para sus hijos con ese dinero? Y es que no ha que irse muy lejos para ver personas con problemas económicos de verdad. La pobreza no está sólo en los países en desarrollo, dónde la gente se muere de hambre. La mujer que está en paro y no puede alimentar a sus hijos es pobreza; el anciano que no puede costearse la calefacción y malvive a cero grados es pobreza; el inmigrante que ha perdido su empleo por la crisis y no puede pagar el alquiler es pobreza…
En ocasiones la pobreza parece estar oculta, pero las cifras no mienten. Quizá alguien haya leído que 40.000 personas cobran menos de 750 euros y no haya sentido que eso pueda considerarse pobreza, pues bien: de esas 40.000, 16.000 están en situación de pobreza extrema, es decir, que con sus ingresos son incapaces de cumplir varias de las necesidades que se consideran básicas: alimentación, vivienda, vestido y cuidado de la salud. Pero aún hay más, en esta Comunidad Autónoma, hay 200 personas sin techo.
Los números son insuficientes para reflejar el drama de estas personas. Sin embargo, hay quién se ha dado cuenta de que su ayuda hace que salgan adelante o, al menos, mejore mínimamente su calidad de vida. Esas personas piensan que esforzarse por los demás compensa.
La jubilación, oportunidad para ayudar
“Esto me gusta. Llevo aquí desde que me jubilé, y de eso ya hace 13 años”, dice Mariano Ybarra, voluntario en el Banco de Alimentos de Navarra. Este Banco fue cofundado por un compañero de la empresa en la que trabajaba, así que cuando éste le habló de ello, no dudó en echar una mano, ya que como él mismo dice: “hace falta toda la ayuda que se pueda conseguir”. El Banco de Alimentos está situado en el Mercairuña, en el Polígono Agustinos. Parece estar escondido de los curiosos, ya que para llegar a él hay que tener muy claro que quieres encontrarlo, uno no cae allí por casualidad, todo el que allí va, va a ayudar. Se trata de un almacén en el que los alimentos están colocados en palés europeos y situados unos encima de otros. Hay cuatro zonas bien diferenciadas: en una se almacenan alimentos con una fecha de caducidad muy tardía, en otra zona están los yogures y postres, en otra los congelados y, por último, está la zona en la que se combinan los diferentes alimentos para organizar las cajas que serán enviadas a aquellas entidades –colegios, parroquias, asociaciones…- que hayan solicitado una ayuda alimentaria. “Aquí no vienen personas que necesitan comida, nosotros la mandamos a las entidades y ellos la reparten”, explica Mariano.
Hay una pequeña oficina desde donde la burocracia recibe la atención que merece. Allí también se anotan las peticiones. Cada entidad solicita el tipo de alimentos que necesita y en el almacén, los voluntarios los empaquetan, los meten en el camión y los reparten. Son muchas las tareas a realizar, y algunas verdaderamente duras –como cargar cajas-, pero los voluntarios no se desaniman pese a su avanzada edad. “Casi todos somos jubilados, aunque también hay algunas amas de casa”, cuenta Mariano. A día de hoy, son 90 las personas que voluntariamente acuden cada mañana a dar un poquito de su tiempo a los demás. No existe un perfil definido del voluntario, desde el que fue obrero de la construcción hasta el que es director de una gran empresa se unen para trabajar codo con codo para que a nadie le falte alimento. Pese a todo, Mariano afirma que “únicamente se trata de una pequeña ayuda”.
El Banco de Alimentos siempre cierra el año con un número mucho mayor de gastos que de ingresos, el año pasado cerraron con -1.427 euros. Con estos números, y faltos de alimentos en muchas ocasiones, “el Banco ha tenido que plantearse en más de una ocasión la posibilidad de cerrar”, explica Mariano Ybarra. Pese a todo, son las subvenciones y las donaciones las que hacen posible que, pese al déficit, esta entidad siga funcionando. Y es que uno puede colaborar de diversos modos: “están las personas que ofrecen parte de su tiempo, las que ofrecen su dinero, y también las hay que donan al Banco ambas cosas -explica Mariano, a la vez que aclara con una sonrisa-. Yo soy de los primeros”. Tras recordar los problemas económicos por los que ha pasado el Banco, Mariano se da cuenta de que la luz está encendida innecesariamente, así que se apura a apagarla, pero en cuanto le da al interruptor un anciano le grita desde lejos: “Mariano, que si no tengo más luz no soy capaz de ver la fecha de caducidad de estos guisantes”. Así que no queda más remedio que encender la luz para poder seguir trabajando.
La parroquia, ropa y alimentación
La parroquia del Corpus Christi es un bloque gris de hormigón, su pared es lisa y una cruz metálica la corona. La entrada principal abarca casi completamente la fachada, y está custodiada por un sinfín de barrotes que parecen prohibir la entrada e impedir la salida. En un día cubierto de nubes, la luz apagada y los charcos grisáceos hacen que este lugar parezca una fría y triste prisión; nada más alejado de la realidad.
Al entrar la agradable temperatura desentumece las manos y los pies agarrotados por el frío. No importa la hora del día, allí siempre hay alguien dispuesto ayudarte o personas que simplemente están y acompañan. Los carteles no permiten la duda acerca de su intención de ayudar a todo aquel que lo necesite.
Como parroquia que es, su filosofía es estar atento, en principio, a las necesidades de sus feligreses. Elvira Cavia, coordinadora de la acción social de esta parroquia, lleva ya muchos años dedicándose a ayudar a todo aquel que lo solicita y afirma que “quizá por la zona, o por pura fortuna, ninguno de los feligreses de la parroquia del Corpus Christi ha solicitado ayuda nunca; por lo que nos dedicamos a la inmigración”. Allí se atiende a dos necesidades básicamente: vestido y alimentación.
La recogida de ropa es los martes. Personas de todo tipo acuden a dejar las prendas que no van a volver a utilizar. Las estanterías de aquel sótano están a rebosar de ropa de buena calidad y que suele ser sport, ya que “los inmigrantes, como suelen trabajar en la construcción, la prefieren- informa Elvira a una señora que iba a dejar varios trajes-. Ya no visten ropa clásica, y si la ponemos se queda ahí meses”. Ocho señoras mayores, muy diferentes entre ellas, tanto en su temperamento –unas son dulces y calmadas, otras bastante cascarrabias-, como en su modo de vestir, recogen y clasifican la ropa que les llega, para poder venderla a las personas necesitadas a un precio simbólico (50 céntimos la camisetas; un euro un pantalón; los abrigos muy buenos pueden llegar a los 4 euros…). “Al principio, la ropa se regalaba, pero la gente la cogía sin probársela y casi sin mirarla, y acaba tirada por las calles de barrio”, explica Elvira. Ahora, eso ya no sucede; y el dinero recaudado se guarda en una cuenta de Cáritas y se utiliza para ayudar a otras personas; el año pasado este dinero fue a parar a una leprosería y a un orfanato. Esta “tienda” abre los primeros y terceros lunes del mes, y acuden a ella una veintena de inmigrantes cada día. El pequeño reto de esta semana es conseguir ropa de bebé, pues una de las mujeres que allí compran está a punto de dar a luz.
En cuanto a la ayuda alimentaria, son 16 las familias que están dadas de alta para poder recibir comida a través de esta parroquia. La ayuda que necesitan es constante, ya que la situación laboral de los padres es completamente inestable: “o él está en paro, o lo está ella, además, suelen tener bastantes niños y no les llega el dinero para alimentarlos, ni siquiera es suficiente con lo que les podemos proporcionar”, dice Elvira. Habitualmente estas familias comparten piso, llegando a dormir tres o cuatro personas en la misma habitación. Para ayudarlos han de pertenecer a esa parroquia; aunque no tienen que pertenecer a la religión católica: “Jamás les hacemos preguntas de religión, eso no importa”, afirma Cavia. Eso sí, para que puedan recibir alimentos, primero se les exige que acudan a la asistenta social de su barrio, pues ella hace un estudio de la situación familiar y calibra que ayuda y recursos son más adecuados para esa familia. Además, así se les puede realizar un seguimiento, materializado en una visita al mes, y se mejora su situación de una manera más completa. Una vez hecho esto, se les hace una identificación y una ficha. Eso sí, Elvira deja claro que no siempre son tan rígidos: “no vamos a andar escatimando ayuda, ya que desde el punto de vista de la Iglesia, queda feo dejar en la calle a alguien con necesidad”.
Los sin techo, bajo techo
“El trabajo principal de la asociación Bidexca y de este recurso, llamado “A Cubierto”, es trabajar con personas sin hogar que estén empadronadas en Pamplona”, explica Juantxu Fuertes, trabajador de esta asociación. Se trata de una casita blanca, con las ventanas rojas. Para encontrarla se ha de descender a través de una cuesta poco inclinada y cubierta de hojas caídas por la acción del otoño. El paisaje calmado y sencillo, contrasta con la vida de aquellos que allí se alojan.
No tienen dinero, ni familia, ni formación. Son personas con muchos problemas, tanto físicos como psíquicos. Además, muchos arrastran el lastre de la adicción. Lo primero que se hace es ofrecerles una cama y el desayuno, durante el tiempo que haga falta. Las personas acogidas pasan el día en la calle, y cuando llegan de noche se les da un aperitivo, y mientras que unos ven la televisión o se asean, los educadores tratan de hablar con ellos y ver cómo les ha ido el día.
Estas veladas nunca son tan tranquilas como suenan. Habitualmente hay altercados y se ha tenido que llegar a expulsar a gente, pues “son gente adulta e imponen, te pongas como te pongas”, cuenta este trabajador.
Como dice Juantxu: “Este recurso no puede ser el último, ha de ser el principio de un largo camino”. En este lugar hay todo tipo de personas, una gran parte necesitan desintoxicarse. Por eso, se planean itinerarios adecuados a cada persona, pero sólo si han manifestado su deseo de realizarlo; ya que “sólo podrán salir de sus problemas si realmente quieren hacerlo”, apunta Juantxu que trabaja con ellos desde hace dos años. “Otras personas, pese a los esfuerzos de esta asociación, serán incapaces de encontrar un trabajo estable”, afirma Fuertes. Ante esta realidad, los trabajadores y educadores intentan buscar recursos más adecuados a su perfil –residencias, pisos compartidos…-; y mientras no son capaces de buscarles otro lugar, intentan que coman, mejoren su higiene personal, aseen su habitación y tomen sus medicaciones. Además, en estos últimos meses se ha introducido un nuevo perfil de personas que buscan alojamiento, éstos son los inmigrantes residentes en Pamplona, que a causa de la crisis han perdido su empleo.
La mano incansable
Calle San Antón, número 8. La sede central de Cáritas es transparente, blanca, casi cristalina. No hay ajetreo, ni quejas. Parece mentira que desde allí se coordinen a 370 voluntarios y 55 contratados, que ayudaron en 2008 a 9373 personas sólo en Pamplona y en Tudela. Pero así es.
La acción social de Cáritas, de Pamplona y Tudela, cuenta con seis programas adecuados a las distintas necesidades de grupos de personas con claras diferencias, éstos son: acogida, mujer, vivienda, inmigración, la tienda y sin techo.
En acogida no hay restricciones de ningún tipo, toda persona que solicite ayuda será atendida. Allí se estudia cuál es la necesidad que tiene y se le informa de qué tiene que hacer y dónde ha de dirigirse. Las personas “sin techo” se derivan a centros o albergues en función de si son personas residentes en Pamplona o transeúntes, y allí se les atienden de acuerdo a sus necesidades. El programa dirigido a la mujer es para mujeres y transexuales que tienen problemas personales, socioeconómicos o de salud. Allí se les asiste, se les ofrecen actividades culturales y educativas, también se les busca una vivienda. “En los programas de formación de mujeres, les ofrecemos un sueldito, así van más motivadas”, comenta Maite Quintana, secretaria general de Cáritas. En cuanto a la búsqueda de un hogar, Cáritas informa de los recursos disponibles para encontrarlo o financiarlo, se ayuda en la adaptación… Por otra parte, el programa de inmigración acoge a todas aquellas personas que lo soliciten, les asesora jurídicamente y trata de coordinarse con las administraciones para conseguir su integración. “La tienda” está situada en Tudela y allí se recogen, para luego vender a precios económicos, ropa, enseres del hogar y muebles. Por último, las personas “sin techo” se derivan a centros o albergues en función de si son personas residentes en Pamplona o transeúntes, y allí se les atienden de acuerdo a sus necesidades.
En las entidades de ayuda social el éxito o el fracaso hay que mirarlo desde una perspectiva diferente. Maite Quintana nos explica la realidad de estas organizaciones: “La mayoría de las personas que ayudamos, por su condición de deterioro físico o psíquico, siempre van a depender de nosotros, pero el que seamos capaces de ayudar a mejorar su calidad de vida ya es un éxito”.